viernes, 14 de septiembre de 2007

NICOLÁS MIRANDA, LA HISTORIA DE UN "ROJO INDESEABLE" QUE PASÓ A SER HÉROE TRAS COMBATIR CON LA DIVISIÓN AZUL.-




Servir a la República le costó persecuciones, incluso de la propia familia".
Ha escrito más de 700 novelas del oeste, policíacas y relatos de guerra, pero la más importante es la de su vida.-

Por Juan Mellado


Se llama Nicolás Miranda Marín, chipionero de pura cepa nacido un 16 de mayo de 1919. Nunca pensó que en su pueblo natal le iban a tratar como a un perro y menos su propia familia. Su error fue combatir con la República en la Guerra Civil y ser uno de los perdedores. Solo le salvó combatir luego en Rusia enrolado en la División Azul, de donde volvió como un héroe con una pierna amputada. Cosas del destino. Ello le libró de ser fusilado o internado en un campo de concentración. Con un estado de salud delicado, este viernes no podrá asistir a su homenaje. Estarán sus familiares que darán su testimonio.
Nicolás Miranda, todavía con la cabeza muy bien amueblada, un republicano convencido y que argumenta sabiendo lo que dice, recuerda que a la edad de siete meses se trasladó con su familia a la cuenca minera de Peñarroya (Córdoba), debido a la enfermedad de asma que padecía su hermana mayor. Allí pasó su juventud. Tenía 17 años cuando estalló la Guerra Civil y 18 cuando el ejército de la República le llamó a filas, incorporándose a la 204 Brigada Mixta en la que combatió durante catorce meses.
Al perder la República la guerra, fue hecho prisionero y conducido con otros republicanos al campo de concentración de Pina (Castellón), del que fue trasladado al de prisioneros de Valsequillo (Córdoba). "Salí del mismo para comparecer en Cádiz en el Gobierno Militar ante un tribunal de guerra por ser considerado prófugo, ya que no me presenté a filas cuando el ejército de Franco me movilizó en Chipiona". Tuvo suerte en principio ya que fue absuelto con todos los pronunciamientos favorables y fijó su residencia en Chipiona a donde volvió con 20 años y sin conocer a nadie de la familia. Ese fue su gran error.
"Trabajé en los albañiles pero cuando llegaba a solicitar un puesto de trabajo un vencedor del a Guerra Civil, me despedían a mí sin contemplaciones. El último que lo hizo fue la empresa de los Jurado". Los ruegos de ser el único que trabajaba en su casa y tener un padre de más de sesenta años no sirvieron para nada. "Me dijeron que la orden que tenía era de dar trabajo a los vencedores".
La sorpresa de Nicolás fue mayor cuando comprobó que " mis primos hermanos eran todos mis enemigos, cruzaban de acera para no saludarme y me consideraban un rojo indeseable". Las calamidades de Nicolás no acabaron ahí con la familia. "Las dos casas que mi padre heredó de mi abuelo y una finca de uva moscatel en el pago de Montijo las perdió pasando a manos de sus hermanas. Ellas habían publicado un edicto diciendo que las fincas estaban abandonadas por mi padre y si en un plazo establecido nadie las reclamaba pasaba a propiedad de ellas". Como quiera que nadie avisó a su padre, pasó el tiempo de reclamaciones y al estar ignorante del edicto perdió sus propiedades. Después de esto, " uno de mis primos hermanos me detuvo en la calle Larga y me dijo que tuviera cuidado con lo que decía que me iba a encerrar". Otro detalle del cariño que le profesaba su familia fue el siguiente: " mi padre fue a ver a su hermana María Regla pidiéndole ayuda y le contestó que ante de darle a él y a su familia un pedazo de pan, se lo daba a los perros".
Héroe forzoso en la División Azul y pérdida de una pierna en combate.-
Puestas así las cosas, Nicolás Miranda pudo encontrar trabajo en el espigón del muelle de Chipiona, donde permaneció hasta finales de junio de 1941. Allí fue a verle Manuel Sánchez Vargas, el único ex combatiente del ejército de Franco que se mostró como un gran amigo y le dijo que acababa de enrolarse en un banderín de enganche para combatir en Rusia. No vio otra solución. En Chipiona tenía que presentarse cada diez días en el cuartel de la Guardia Civil. "Me recibía un brigada del cuerpo, el que peor podía tratarme. Me amenazaba con devolverme al campo de prisioneros de Valsequillo". En más de una ocasión se encontró en la biblioteca pública con otro represaliado, José Mellado, con quien compartía confidencias y recibían amenazas del citado brigada que les hacía la vida imposible. La situación con la familia no mejoraba. " Fui tratado en mi pueblo como el peor de los bandidos, no existía otro tratamiento para mí. Los hijos de mis tías se mofaban a mi paso y otros me insultaban por lo bajo".
Con este curriculum a Nicolás Miranda sólo le cupo irse a la División Azul. Atrás sólo quedaba la posibilidad cierta del campo de concentración, el fusilamiento o un tiro perdido desde una esquina.
" Dejé el pico y la pala y sin decir nada al capataz ni esperar a que me pagaran los atrasos me fui". Nicolás le dijo a su madre que iba al cuartel de milicias de Cádiz a ver qué pasaba con su asunto, " puesto que tenía que servir en el ejército de los vencedores durante cuatro años para sacarme las ideas comunistas que decían tenía". Conoció entonces a un sargento de milicias a quien le pidió le ayudase a incorporarse al banderín de enganche de la división española de voluntarios. "Me camufló como pudo y cuando se enteró mi madre unos días después, ya había cruzado la frontera francesa hacia Alemania".
La lucha cuerpo a cuerpo en el frente ruso.-
Tras un período de instrucción, ya el 12 de septiembre de 1941 la escuadra en la que Miranda estaba enrolado relevó a otra alemana en un búnker de primer línea en el frente ruso. Allí vivió encarnizados combates cuerpo a cuerpo. Miranda narra con emoción que "nuestra tropa dio ejemplo de valor, abnegación y sacrificio. Ni un solo hombre retrocedió en defensa de una posición atacada por el enemigo, ningún herido quedó abandonado en el campo de batalla y desafiábamos la muerte con el más absoluto desprecio". La precisión con la que Miranda narra los combates y operaciones es de tal cantidad de datos para el espacio disponible en un periódico. El 24 de diciembre de 1941, día de Navidad, es vivido por Nicolás como de continuados combates. Más tarde es agregado el batallón, el de la tía Bernarda como los españoles le llamaban jocosamente, a la 126 división alemana. Allí en un encarnizado combate, el obús de un disparo por parte de los soviéticos hiere en ambas piernas al sargento Losada " y a mí me abre un fenomenal boquete en la pierna izquierda muy cerca de la ingle, tan cerca que es amputada a unos 3 centímetros de ésta dejando un canal en el músculo que alcanza lo poco que queda de un muñón". Durante más de sesenta años las casas ortopédicas le han servido 16 prótesis única manera de hacer causa con la grave minusvalía y poder valerse dada su extrema incapacidad.
La vuelta de los héroes a la estación madrileña del Norte.-
Nicolás Miranda regresó a España con una expedición de la División Azul un mes después de amputársele la pierna en Soltcy (Rusia Blanca), el 25 de abril de 1942. Miranda lo narra con detalle de novelista.
" En un tren de heridos llegué a la estación del Norte en Madrid. Estaba la estación repleta de gente que nos llamaban valientes, héroes y otros calificativos bajo el sonido de marchas militares y vítores. Una enfermera militar, de rostro alegre, me dio la bienvenida ayudándome a bajar del vagón. Yo no sabía el manejo de las muletas que me habían dado y me mantenía mal. Estaba mareado, atronado por el ruido de la estación del Norte. Sentía una especie de angustia que me hizo llorar, ahora en mi país, cuando ni siquiera derramé una lágrima por el dolor de la herida producida por aquel gigante de hierro y la puntería de su único cañón.
La enfermera se dio cuenta de que se me escapaban las lágrimas, me apretó el brazo que sujetaba y dijo: " Llora lo que quieras y no te contengas "! ! Los héroes, los valientes también lloran"!. Esto me llegó al alma, me hizo recordar los malos tratos sufridos en Chipiona. Los momentos, las situaciones difíciles por las que había pasado luchando, viendo caer a cuantos me habían protegido, sin conocer cuales fueron mis ideas, mis sentimientos".
Un novelista codo a codo con Alejandro Rodríguez de Valcárcel y Adolfo Suárez.-
Con catorce condecoraciones de guerra, entre ellas dos cruces rojas del mérito militar, se le abrieron todas las puertas. Pasó a prestar servicios en la Secretaría General del Movimiento en Madrid, con rango de vicesecretario, mano a mano, con el Presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, primero, y con Adolfo Suárez después. Con éste último ya adivinaba el cambio democrático que iba a protagonizar años después, aunque Miranda nunca ha renunciado a su republicanismo.


Desde 1946 a 1970 escribe más de 700 novelas del oeste, policíacas y relatos de guerra para las editoriales Bruguera, de Barcelona, y Cíes de Vigo, bajo los seudónimos de Nick Ramdaim, Joe Sheridan o su mismo nombre, Nicolás Miranda. Es un defensor de esta literatura de evasión al igual que la de cualité, "con la que muchos españoles aprendieron a leer y a evadirse de una triste realidad en una España negra". Hoy disfruta de una pensión como funcionario del cuerpo técnico de la Administración General del Estado, ganado por oposición en 1944, y de una pensión mensual concedida por Alemania.
Actualmente vive en Madrid con su hija Carolina y posee una de las más importantes biblioteca y videoteca de España. Nunca olvidará que la Década se haya acordado de él. Un hijo suyo, del mismo nombre, Nicolás Miranda estará presente en el homenaje en su representación.
COMENTARIO.-
UN HOMBRE FIEL A SUS IDEAS.

Conocí a Nicolás Miranda Marín en 1984 gracias a la amistad que me unía, y me une, con su hijo Nico. Enseguida me di cuenta que la vida de este hombre merecía la pena contarla. Cada verano que venía de vacaciones a Chipiona desde Madrid le pedía que me concediera una entrevista. Con una sonrisa me respondía: "Juan si yo te cuento mi vida y digo lo que pienso voy a la cárcel". Siempre me preguntaba por el estado de salud de Cosme Mellado o José Mellado, líderes de los chipioneros represaliados. Tiene fuertes convicciones republicanas y una idea especial sobre la monarquía que a estas alturas nadie va a hacer cambiar. Conoce la falsedad de la vida. Es un hombre de honor en el sentido honrado del término. Patriota a su manera, porque el patriotismo no es sólo de una bandera. Incansable, más de una vez me lo he encontrado en el Rastro de Madrid, con su otra hija, Caro, en busca de libros antiguos o ediciones raras. Su vida es un gran ejemplo de supervivencia ante la adversidad y contra un enemigo inesperado, la propia familia. Hoy se siente cansado, desde su biblioteca en Madrid hacemos la entrevista por teléfono. Sabe todo lo que dice pero no dice todo lo que sabe porque iríamos a la cárcel él y yo. Ha sido, y es, uno de tantos héroes a la fuerza. La estancia de Luis García Berlanga en la División Azul fue un paseo comparado con el combate cuerpo a cuerpo de Miranda. Escribe novelas como pocos de la denostada pero imprescindible serie B. Los tiros no le son ajenos. Su eterna venganza ha sido el hacer desde Madrid favores muy importantes incluso a muchos de lo que le habían despreciado o ignorado. Ha demostrado que él tiene el pedigrí y otros son los perros.-
Foto, cedida por Nico Miranda.
La portada de las novelas primeras ediciones de 1948 cedidas por el autor.-

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