jueves, 5 de mayo de 2011

El comercio en Chipiona



Por Manuel Ávila Durán



El comercio ese olvidado: Ese que miramos como algo viejo, ese que creemos que solo sirve para el desavio, así lo ven la mayoría de las personas hoy. Pues bien, ese comercio, negocio, despacho, tienda, ultramarinos o colmado, ese, fue el salvador de una gran parte de la crisis, el hambre y la estabilidad de la posguerra, fue determinante en años difíciles, tanto en Chipiona, como en toda España.
Cuando acabó la Guerra (incívica), los alimentos escaseaban y la comida se distribuía con gran dificultad entre los despachos públicos autorizados, a su vez, afloraron pequeños comercios de minoristas que vendían con gran riesgo productos de estraperlo (palabra acuñada en la segunda republica, por la corrupción del entonces gobierno de la época).

Así, estas pequeñas tiendas o comercios, vendían aquellos productos que el agricultor cosechaba en los pocos ratos libres que tenia tras sus peonadas. Frijoles, garbanzo, chícharos, patatas o habas, productos estos que les servían para ayudarse en su raquítico salario que en aquellos años lo eran. Intercambiaban por lo que no tenían, cualquier cosa, animales, frutas o peonadas, realizando un trueque comercial del cual se beneficiaban ambos, estos sin pagar ningún tipo de tasas o arbitrios de obligado cumplimiento (si no te cogían claro).

Este comercio al que se ha venido destruyendo sin consideración, reconocimiento ni respeto, fue el principal soporte de la estabilidad social y alimentaria de este pueblo y hablo solo del comercio de Chipiona, que por no tener no tenia en la época, ni bancos ni cajas de ahorros ni ayudas estatales.
Pero gracias al pequeño comercio, fue Chipiona, capaz de sobrevivir, -no sin estar expuestos en ocasiones a especuladores y usureros- que terminaban quedándose con las propiedades. Sin embargo nadie podía decir no ser poseedor de créditos en sus tiendas de alimentación o de ropas, a las que le eran fieles con una fidelidad de madre a hijo. Los chipioneros gozaban de estos créditos todo el año y tras la vendimia o la recolección de granos, liquidaban hasta el año siguiente. Nadie tenía que firmar nada, nadie dejaba de pagar sus cuentas, se llegaban a las tiendas bien solo o con la recomendación de padres o suegros y al día siguiente empezaban a comprar, lo que realmente necesitaban en el día a día para la casa.

Durante muchos años esta fue la tónica habitual del comercio y del chipionero, se compraba una bicicleta a plazos, un reloj de igual manera y todo el mundo ejercía de tener su cara muy alta. No teníamos médicos como no fuesen pagados y hasta estos fiaban, cobraban más de una vez en gallinas, patatas o huevos, la farmacia corría el mismo sistema.

Este comercio que hoy se está liquidado por la competencia desleal, comercio al detall, es perseguido sin consideración por Impuestos astronómicos, Autónomos, Módulos, Contribución, Basura, Agua y Alcantarillado, Rótulos, Marquesinas, Ocupación de vía publica, Plaza de garaje y Declaración de la renta por beneficios, todo esto sin nombrar la gran subida de la luz que hace imposible trabajar ciertos productos refrigerados por el poco margen comercial que dejan.

Este comercio, tanto ayer como hoy es el motor principal de un pueblo y el corazón social de una nación, hasta hace poco era el 11% del PIB, y daba trabajo al 20% de la población activa. Pues bien, en mi pueblo se lo han cargado, y los autores materiales tienen nombres y apellidos, entre unos alcaldes pelotas y unos ediles trasnochados y serviles, hoy no tenemos comercio, solo chinos y arabes. Tenemos solo lo que nos merecemos.

MANUEL AVILA DURAN

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